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Y DESPUÉS, SIN PARAR, HASTA EL FINAL

FICHA TÉCNICA
T.O.:  Straight on Till Morning
Año: 1972
Dir: Peter Collinson
Prod: Hammer Films
País: Reino Unido
Music: Roland Shaw
Cast: Rita Tushingham, Shane Briant, Annie Ross, Katya Wyeth, James Bolam, Tom Bell, Mavis Villiers
  
REVIEW
A comienzo de los 70 la mítica Hammer, intentando evitar el declive, experimentaba con nuevas fórmulas alejadas del terror gótico que pretendían adaptarse a las nuevas tendencias del género. De todos los títulos facturados en esta última etapa, este posiblemente sea el más insólito y oscuro de todos. Ideado como un siniestro cuento de hadas y parcialmente inspirada en un hecho real acontecido en los años 60, los Asesinatos del Páramo (Moors Murders), una de las páginas más perturbadoras de la crónica negra de Inglaterra; un caso donde se encontraron grabaciones sonoras de torturas, asesinato y violación, además de macabras fotografías hechas a una de las víctimas, una niña de 10 años. En Y después, sin parar, hasta el final, un maníaco sanguinario que sufre el síndrome de Peter Pan graba y reproduce los sonidos de sus víctimas a su próxima víctima. 
Brenda (Rita Tushingham) es una joven introvertida e ingenua que vive con su madre en los suburbios de Liverpool. Allí se dedica a escribir cuentos de hadas, donde imagina que se convierte en una bella princesa llamada Rosalba. Pero más que fábulas para niños que esperan ser publicadas algún día, más bien es su forma de evadirse de la realidad. Un día, Brenda comunica a su madre que se muda a Londres en busca de un padre para su bebé (hijo que ni existe ni está en camino). Ya en la gran ciudad, y después vivir un tiempo en una habitación mugrienta, encuentra trabajo en una boutique de moda y alquila una habitación libre en un piso propiedad de su compañera de trabajo Caroline (la atractiva Katya Wyeth, que venía de aparecer en La Naranja Mecánica de Kubrick).
Con el objetivo de cumplir el propósito que le llevó hasta la capital, Brenda sale en busca de hombres, a los que aborda en la calle de forma aleatoria, intentando entablar conversación sin éxito dadas sus nulas capacidades sociales. El único chico que muestra un poco de interés en ella acaba siendo seducido por Caroline después de una de las fiestas que ésta organiza en el piso, aprovechando la ausencia de Brenda que ha salido para comprarles cigarrillos. Cuando vuelve los sorprende en la cama y abandona la casa llorando, pero esa misma noche se encuentra con otro que llama su atención, un joven de aspecto andrógino llamado Peter (Shane Briant) que va buscando a su perro; creyendo que él no la ha visto, secuestra al perro con la intención de tener una excusa para conocerlo. Pero Peter es un asesino en serie… 
Brenda está interpretada por Rita Tushingham, actriz británica a la que recientemente vimos interpretar a la abuela de Thomasin McKenzie en la película de Edgar Wright Última noche en el Soho (Last Night in Soho, 2021), lo cual no es casual, ya que Y después, sin parar, hasta el final es uno de los puntos de referencia de Última noche en el Soho, y el personaje de la protagonista (McKenzie) está inspirado en Rita Tushingham, que representaba la antítesis de las Dolly Birds del Swinging London en la década del 60. Son muchas las cosas que Wright tomó de la película de Peter Collinson, pero esto ya merecería un análisis a parte. 
El director Peter Collinson, que entonces tenía 36 años, había debutado cinco años antes con una semi-desconocida e impactante home invasion titulada El Ático (The Penthouse, 1967), protagonizada por Suzy Kendall antes de convertirse en icono femenino del spaghetti thriller de la mano de Dario Argento y El pájaro de las plumas de cristal (1970) y después con Torso (Sergio Martino, 1973), Spasmo (UmbertoLenzi, 1974) o el british-giallo Pánico en el bosque (Sidney Hayers, 1971). 
Aunque el mayor éxito de Collinson fue The Italian Job (1969) con  Michel Caine,  El Ático es su película más personal y donde encontramos muchos de los conflictos y obsesiones que irá introduciendo en posteriores trabajos colindantes con el horror; tal es el caso de Atrapadas por el pánico (Fright, 1971), Los cazadores (Open Season, 1974) o el título que nos ocupa. Peter Collinson falleció tan solo ocho años después, en 1980, a la temprana edad de 44 años.
En Y después sin parar hasta el final la propia protagonista, Brenda, es una persona inestable mentalmente y todo apunta a que padece algún tipo de trastorno leve, muy posiblemente el llamado Complejo de Wendy, que se caracteriza por la resignación al sufrimiento y la humillación con tal de agradar o evitar molestar a los demás. Las personas con Síndrome de Peter Pan, incapaces de asumir responsabilidades adultas, habitualmente buscan una "Wendy" que cargue con los deberes y obligaciones que ellos evitan. 
El título original Straight on Till Morning, está sacado de la novela de Peter Pan (Peter & Wendy. 1911) escrita por James M. Barrie a partir de su propia obra de teatro estrenada en 1904. Y hace referencia a la frase "Second (star) to the right, and straight on till morning" (segunda estrella a la derecha, y recto hasta la mañana) que indica la dirección hacía Neverland, el País de Nunca Jamás. En la película, esta frase es recitada por el psicopático Peter, interpretado por el actor Shane Briant (Capián Kronos cazador de vampiros, Frankenstein y el monstruo del infierno...).
Cuando Brenda va a la casa de Peter para devolverle el perro, le acaba confesando que todo ha sido un truco y que está buscando un hombre que la deje embarazada: "Vine a preguntarte si me darías un bebé". Para su sorpresa, Peter le contesta que se lo pensará y, sin garantizarle que vayan a mantener finalmente relaciones sexuales, le pone la condición de que debe mudarse a vivir con él y encargarse de todas la tareas domésticas, incluido el prepararle la comida ya que él nunca cocina ni limpia. Ilusionada por la posibilidad engendrar el bebé que tanto desea acepta las condiciones.
Brenda no es el tipo habitual de Peter. Antes de conocerla hemos visto cómo él seduce y conquista a mujeres que podrían ser su madre (una de ellas es Annie Rosse, que también canta el tema principal del film), las cuales se dejan humillar patéticamente suplicando el amor de su joven amante; finalmente acaban siendo asesinadas en un macabro juego (tal como Peter lo llama) de "mágia", que consiste en hacerles escuchar la grabación sonora de la muerte de su anterior víctima. Pero Brenda es joven, sencilla, incluso nada bonita. Lo que ambos tienen en común es un mundo imaginario, porque tanto él como ella han construido una fantasía a su alrededor. Ella se presenta a Peter como Rosalba, el nombre de la princesa del cuento de hadas que ha estado escribiendo. Peter también viaja bajo un seudónimo (su nombre real es Clive) y le cuenta su vida a Rosalba a través de la alegoría de un cuento de hadas. 
Sin saber que el verdadero nombre de Rosalba es Brenda, le "obliga" a llamarse Wendy, tanto como medida de control como un reflejo de su obsesión con la historia de Peter Pan: hemos visto también cómo le dice a sus víctimas que las está llevando al País de Nunca Jamás, y el nombre de su perro, Tinker, es por Tinker Bell (Campanilla). 
La película juega por momentos con el montaje para "contagiar" al espectador el desorden interior de los dos protagonistas. Esta labor montaje corre a cargo del escocés Alan Pattillo, al que probablemente contrataron por haber sido el editor de Walkabout (1971), la fascinante primera película de Nicholas Roeg que hacía gala de un montaje sincopado, con saltos y cortes discontinuos. Pattillo en adelante se convertira en un colaborador habitual para Collinson, no así de Roeg que por su parte seguiría utilizando estos recursos de forma brillante, véase sin ir más lejos Amenaza en la sombra (Don't Look Now, 1973).
El modus operandi de Peter para con sus víctimas es comparado habitualmente con el del protagonista de Peeping Tom (Michael Powell, 1960) el cual registra con una cámara los agónicos últimos instantes de vida de sus víctimas; por ende, muchas veces se afirma que la película de Powell es una de las fuentes de inspiración de Y después sin parar hasta el final. A mi juicio es probable que Peter Collinson y el guionista John Peacock tuvieran presente de alguna forma una obra tan seminal como Peeping Tom, pero realmente, tal como comentaba al principio de la review, la verdadera fuente de inspiración fueron los Asesinatos del Páramo, el caso más sonado de la crónica negra de la época; una ola de asesinatos cometidos en los alrededores de Manchester entre 1963 y 1965, un suceso rodeado de demenciales componentes psicosexuales. 
Como también decía al comienzo, los estudios Hammer estaban pasando su peor momento y habían dejado de ser una referencia. La saturación del mercado de películas de terror a partir de la segunda mitad 60, especialmente tras el éxito de La semilla del Diablo (Rosemary's Baby, 1968) y La noche de los muertos vivientes (Night of the living dead, 1968), que marcaron el camino del cine de terror moderno; sin olvidarnos del New Hollywood y su democratización de la violencia, véase Bonnie & Clyde (1967) o Grupo Salvaje (The Wild Bunch, 1968). Todo esto, unido a la perdida de inversionistas estadounidenses, forzaron cambios a la otrora lucrativa fórmula Hammer, aunque pronto se dieron cuenta de que la censura británica no les permitía competir con las películas de serie de b y exploitation americanas, mucho más explícitas tal cómo reclamaba el público de finales de los 60. Sin embargo, entendieron que sí podían seguir la tendencia marcada por las películas europeas y los perversos psycho-thrillers que se estaban haciendo principalmente en Italia, Alemania y España que combinaban horror, misterio, erotismo y entramados freudianos, enmarcados casi siempre en un estilo sofisticado o cosmopolita. 
De hecho en Gran Bretaña ya se estaban produciendo este tipo de películas, en una especie de fenómeno casi paralelo al de los otros países, con una identidad propia, que se podría catalogar como el "british giallo"; por ejemplo Nervios rotos ("Twisted Nerve". Roy Boulting, 1968), El amargo sabor del miedo ("Taste of Excitement". Don Sharp, 1969), Ya soy una mujer ("I start counting". David Greene, 1969), Whirpool (José Ramón Larraz, 1970), De repente la oscuridad ("And soon darknest". Robert Fuest, 1970), No grites simplemente muere ("Die screaming Marianne". Pete Walker, 1971)... Tal vez las películas de Roy Boulting y David Greene son las que más en línea están con la cinta de Peter Collinson. A modo de curiosidad decir que Straight on Till Morning fue estrenada en Italia bajo el "argentiano" título de Quattro farfalle per un assassino.
Al penetrar por primera vez Brenda en la casa de Peter éste cierra tras de sí la entrada a la vivienda, dejando al espectador con un primer plano de un pájaro con las plumas de cristal que adorna la puerta. Voluntariamente o no se trata de una metáfora: el monstruo ya no vive en un lúgubre y viejo castillo, sino en el mismo universo que los modernos thrillers de terror creados por Dario Argento. 
Review by Gerard Fernández


EL PLACER DE MATAR

FICHA TÉCNICA
T.O.:  El placer de matar
AKA: Pleasure of Killing
/Töten Mein Hobby
Año: 1988
Dir: Félix Rotaeta
País: España
Music: Carlos Miranda
Cast: Antonio Banderas, Mathieu Carriere, Victoria Abril, Mario Gas, Jeanniene Mestre, Walter Vidarte, Achero Mañas, Vicky Peña, Emma Suárez, Manuel de Benito

REVIEW
Dirigida por uno de los hermanos mayores de La Movida madrileña, Félix Rotaeta, que adapta su propia novela "Las pistolas" escrita en 1981. Un relato terriblemente violento y duro aligerado por Rotaeta a la hora de trasladarlo a la pantalla, omitiendo pasajes de necrofilia y recortando bastante el uso que hacen de la droga los dos protagonistas, esnifando cocaína cada dos páginas. También cambia algunos detalles, seguramente con la intención de hacer la historia más cinematográfica y ajustarla a las necesidades de producción, pero que no afectan para nada a su esencia. La mayoría de situaciones y diálogos son calcados al texto original.
Dos personas son contratadas para cometer un asesinato. Luis (Antonio Banderas), un lobo solitario, seductor de barrio metido en asuntos de drogas, se mueve por los bajos fondos y garitos nocturnos. El otro, Andrés (Mathieu Carriére), de buena familia, profesor universitario con graves conflictos sexuales y existenciales. Ambos se conocen accidentalmente mientras realizan dicho trabajo sucio para su antiguo instructor de tiro, Barrantes (Walter Vidarte), un ex-militar con oscuras conexiones que les ordena olvidar sus caras. 
Pero poco tiempo después, una noche, Luis reconoce a Andrés por la calle cuando éste va a entrar en el portal de casa; Luis le aborda sigilosamente por detrás marcando el cañón de su pistola en la cabeza de Andrés, éste responde invitándole a subir para tomar una copa. En la charla aflora una conexión especial entre ellos y un amor común por las armas; el camello promete regalarle una pistola al profesor. Días después quedan para hacer tiro a las afueras y beber whisky. Poco a poco sus encuentros se volverán más obsesivos y enfermizos, desembocando una ola de muertes por todo Madrid:  juntos recorren la ciudad de noche en busca de víctimas inocentes a las que disparar.
El inspector de policia Santana (Mario Gas) empieza a relacionar recientes casos de desaparición de mujeres con los asesinatos en masa.
Luis sale con Merche (Victoria Abril), pero no quiere comprometerse demasiado; ella está deseando que le pida que vaya a vivir con él, pero Luis sólo la lleva a casa por el sexo. Por otro lado, Andrés tiene una novia de toda la vida,  Ana (Jeannie Mestre) con la que nunca ha mantenido relaciones sexuales y a la que secuestrará para convertirla en la primera víctima del dúo. En el libro, después de atarla a un árbol y usarla como muñeco de tiro, Andrés se excita (lo que no le ocurría cuando estaba viva) y viola el cadáver de Ana, algo que Rotaeta nos narra con una naturalidad que asusta. 
El escritor-director traza una interrelación entre armas/erotismo y violencia/sexo, de forma diferente para cada uno de los dos protagonista según sus personalidades. Luis es más vitalista y desenfadado, no se fustiga por su naturaleza asesina; por contra, Andrés es un ser apático atrapado en sus propios diálogos internos. Ambos son psicópatas sin empatía por el ser humano, pero digamos que las resacas a sus noches de jarana homicida son diferentes.
Antonio Banderas y Victoria Abril coincidieron aquí un año antes de hacerlo en Átame (Pedro Almodóvar, 1989). No hay duda de que el actor malagueño poseía una combinación explosiva de atractivo físico y un lado oscuro muy potente que le permitía hacer personajes como el de La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987) o en la mencionada Átame, llevado al paroxismo en el título que nos ocupa. Algo de eso tenía también Mathieu Carriére, aunque no conozco tan a fondo la carrera de este actor francés (al que presta voz Emilio Gutiérrez Caba) sí lo vi en una peli brutal llamada Nacido para el infierno (1976), una producción alemana inspirada en uno de los casos más horripilantes de la crónica negra estadounidenense. En Nacido para el infierno Carriére interpretaba a Richard Speck, que una noche de 1966 violó y asesinó a ocho jóvenes enfermeras de Chicago. Estoy convencido de que Rotaeta conocía aquella película y por eso eligió a Mathieu Carriére. 
Felix Rotaeta escribió "Las pistolas" en 1981 después de tener un papel importante en  Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón; el mismo año 81 del intento de golpe de estado del coronel Tejero o del histórico Concierto de Primavera considerado el momento cumbre de la Movida.  
Seis años después, en febrero de 1987 comienza el rodaje de El placer de matar, el mismo año que Ana Curra graba el tema "Rien De Rien" con el que (auto)proclama la defunción de la Movida y año en el que el más icónico cineasta de aquel movimiento contracultural preparaba su asalto a la alfombra roja de Hollywood con Mujeres al borde de un ataque de nervios
Tanto la novela como la película no tendrían sentido sin la ciudad de Madrid como telón de fondo; en la novela se plasma como un personaje más; se mencionan locales emblemáticos como "La vía láctea" y la sala "El Sol" y barrios como Usera tienen una gran importancia en la trama. En la película también, pero esta vez sus imágenes trasmiten una especie de  melancólica (o al menos así me lo parece), como el preámbulo a la masacre que tiene lugar en los sótanos de la Gran Vía y el gélido final entre los dos protagonistas. 
Los que conocieron a Rotaeta hablan de él como un genio bohemio, bebedor y con tendencia al desfase nocturno. Dicen que prácticamente vivía en la sala "El Sol", allí gozaba de barra libre y allí sus amigos y compañeros le rindieron homenaje tras su muerte en 1994. A comienzos de los 70 acogió en Los Goliardos (compañía teatral que gestionaba) a un joven Pedro Almodóvar recién llegado a la capital.  También a Carmen Maura con la que haría su segunda y última película como director, Chatarra (1991). Rotaeta falleció a los 55 años durante el rodaje del western futurista Atolladero, donde hizo buenas migas con Iggy Pop.
Personalmente, en general, tengo bastantes prejuicios hacia el cine español de los 80 en adelante, y salvo honrosas excepciones es difícil que una película facturada de aquel periodo a esta parte me cale de verdad. El placer de matar es una a la que le rindo culto, pero entiendo que a mucha gente esta película no le guste por el motivo que sea. Lo que sí diría es, que si la vieron en su día en el cine o en vídeo, le den una segunda oportunidad. Yo la he vuelto a ver recientemente en FlixOlé con bastante buena calidad y en países como Alemania está editada en dvd con opción de audio en castellano. Y por supuesto, recomiendo leer también la novela si se tiene ocasión.
El placer de matar pertenece a un selecto club de películas. Selecto no por su calidad o condición, pues son variopintas, sino por la manera que exploran la violencia y que, al igual que los protagonistas de Rotaeta, sólo con verse se sabe que pertenecen a la misma estirpe. Desde La Soga (Rope, Alfred Hitchcock, 1948) a Los chicos de al lado (The Boys Next Door, Penélope Spheeris, 1985), pasando por La naranja mecánica  (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971) o Furia Homicida (Fango Bollente, Vittorio Salerno, 1975). Se admiten miembros.
Review by Gerard Fernández

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